"A soplillo":
una forma de narrar
articulo publicado en la revista"escola catalana"

La narración de cuentos, a soplillo es una labor básicamente oral. En mi caso tiene mucho de trabajo de actor (de maestro) i de comunicador. Sintetizando las reacciones individuales en una respuesta colectiva, ya que gracias al anonimato que permite el grupo, el público participa activamente en lo que estoy narrando, transformando el entorno en un espacio mágico y vivencial. Este es el espectáculo de cerca.

En el salpicón de cuentos, combino los cuentos tradicionales y las narraciones actuales con canciones y juegos de animación, intentando siempre que los contenidos aporten vivencias constructivas sobre aspectos ecológicos, de diversidad de colaboración, de calidad de vida... Esto es fruto del trabajo diario llevado a cabo, desde 1977, en teatro de calle, escenarios, escuelas, emisoras de radio y bibliotecas.

Siempre hablo de una labor oral y esto es fruto de haber escogido: dar prioridad a la palabra por encima de la imagen. Escoger significa querer prescindir de ella y poder hacerlo. Me explico. He trabajado en el campo de los títeres y lo continuo haciendo, cuando me apetece. Los títeres tienen sin duda su momento y su utilidad en la escuela, como lo tienen todos los materiales de apoyo a la comprensión o las herramientas para captar la atención o para destapar y hacer fluir las emociones de las niñas y los niños.

Pero mi trabajo en las escuelas, y por ello hablo de opción, hace camino con la palabra como vehículo, con todos los matices y todas las posibilidades que de ella soy capaz de extraer. Trabajo la vocalización, el timbre, la entonación y el volumen ya sea hablando o cantando. La palabra vestida con el distintivo que caracteriza a los latinos, los gestos con las manos y la expresividad del rostro.

Es muy importante, para mí como maestro, para los maestros que lo observan y para los niños que lo vivencian, que sea solamente la palabra la que sugiera las imágenes, a cada uno las suyas, y alimente la imaginación.

A menudo, cuando llego a la escuela y me recibe la maestra o maestro responsable de la actividad, veo en sus ojos la sorpresa, i a la vez el miedo, al darse cuenta de que no llevo otra cosa que una maleta. Cuando le comento que las sesiones serán de 45 minutos "hablando", siempre surge el argumento: que los pequeños se cansan muy pronto y que los mayores si tienen que escuchar mucho rato, fatal.

No pocas veces me han confundido y han pensado que era el comercial de una editorial. En fin, de hecho de alguna manera también lo soy, ya que para explicar es necesario no solamente escuchar, sino también leer, y ha menudo recomiendo lecturas , a los maestros y a los niños. Mi labor me permite viajar y conocer gente de todas partes, y a menudo digo que hago de transportista de "polen de lectura". Conozco un maestro y poeta de Tudela, Pepe Alfaro,un maestro y escritor de Bilbao, Seve Calleja, y de ellos hablo a los de aquí (maestros y niños de Cataluña); y de Pep Coll y Teresa Duran hablo fuera de Cataluña.

El valor de la palabra como herramienta para motivar la imaginación se evidenció, por ejemplo, en el comentario que los niños de la escuela Camí del Mig de Mataró le hicieron a la maestra después de trabajar sobre la sesión que yo había hecho y que la maestra me hizo llegar

Lo habían dibujado, cada una a su manera, y lo habían hablado, todos lo habían entendido.

Para que todo funcione son necesarias, según mi parecer, dos premisas, por un lado la persona que conduce la sesión y por el otro, el público.

En cuanto al público, el trabajo puede ser algo distinto de los tres años a la adolescencia. Los pequeños pueden compartir la sesión con dos o tres grupos clase, hasta un total de unos setenta niños. No interesa tanto el terminar cuanto antes sino el que al romper el grupo-clase habitual la implicación en el cuento es diferente. Se sumergen en los personajes con gestos y maneras de hablar propias, en los juegos de movimiento, en las canciones... De forma individual lo viven al mismo tiempo que el narrador, pero en el anonimato del grupo se diluien los roles que en las clase ya están más marcadas y la conducta gregaria del grupo puede arrastrar a algunos niños que normalmente vivirían la sesión de una manera menos activa.

El trabajo de tres a siete años es compartido y activo en todo momento, narrador y público lo hacen todo al mismo tiempo, esun trabajo de interpretación. No se trabaja solamente el lenguaje, sino que al mismo tiempo se vivencian actitudes y emociones y se la da a cada personaje un timbre y una entonación particular. Por ejemplo en el cuento del los tres animales que siempre se peleaban, el toro cuando habla hará resonar la m y tendrá una voz grande y grave, mientras que la serpiente lo hará con la s y siempre perderá aire al hablar y exagerará los finales, como a menudo lo hacen algunas abuelas; el escorpión, al ser más pequeño hablará con poco volumen, y de esta manera viviremos activamente la narración.

Es importante que todos me vean perfectamente y, por este motivo, a los niños les sitúo como si estuvieran viendo una película de cine, sin pasillo central. Utilizo la mesa del maestro sobre la que coloco una silla (creando un escenario), de forma que todos puedan verme. Es un espacio abierto para verbalizar, para superar dificultades de vocalización, para ensanchar la capacidad de expresión y enriquecer el habla. En definitiva un espacio indispensable para favorecer para favorecer la comprensión y sentar sólidas bases para la abstracción.

De los ocho años a la adolescencia, podemos llegar del gran grupo a las sesiones en la clase. A menudo, es el mismo maestro quien lo sugiere, que sabe que su grupo está pasando un momento difícil y que es en la clase donde las pautas de conductas están establecidas y son respetadas. La narración pasa a ser solamente escuchada y la participación se limita a las canciones y los juegos de movimiento (a lo que se llega por el camino de la reflexión).

"A soplillo"("a cau d’orella") es el nombre de mi trabajo; pero no solamente es un nombre, quiere expresar también una forma de desarrollar mi quehacer, saber sintonizar con cada público y de cerca, teniendo en cuenta sus edades, sus intereses y conectar. Se tarta en definitiva, de defender una firme convicción: no hay una edad para los cuentos y la oralidad es importante para pequeños y mayores solo cambia la forma de ofrecerla.

Pep Tort i Lavilla

Revista: Escola Catalana (escuela catalana)
- enero de 1999 — nº 356